sábado, 24 de septiembre de 2011

Vivia su final feliz.

 Vivía en su fantasía.
 Su fantasía ideal. Su ingenuo sueño perfecto. Vivía en su cuento de hadas, viviendo aventuras, en las que cada travesía terminaba con ella besando al héroe de la historia. Apuesto, fuerte, valiente. Ella, como la bonita princesa viviendo en su bonito palacio. Cada día era una historia diferente, un héroe nuevo, un nuevo palacio, una nueva aventura. Pero cada día terminaba con un clásico final feliz. Vivía una vida perfecta, donde no existían verdaderos problemas. Nada de amores no correspondidos, nada de peleas, ningún defecto, ningún complejo, nada de despedidas, ni corazones ni amistades rotas. Vivía en una tierra donde el único problema que podía llegar a vivir era que un dragón, o alguna bestia atacara su palacio, pero era cuestión de segundos para que su héroe viniera con su espada a destruir a cada bestia, para luego tener un apasionado encuentro con ella. 
Pero esta historia no termina con el clásico final feliz. Ella era totalmente feliz viviendo en su ingenuo mundo soñado, pues, ¿quien no, cierto? todos tenemos un pequeño mundo perfecto en el que nos gustaría vivir. Ella era feliz, tal vez hasta verdaderamente feliz. Pero sabia que las cosas no podían ser así. Había llegado el momento en el que la verdad comenzaba a torturar. Comenzaba a entender como debían ser las cosas. De mala gana, entendió que debía despertar de el ingenuo sueño. Cuando nos dicen una verdad que duele, nos cuesta creerla, nos duele y atinamos a pensar "no puede ser, no es verdad" siempre acudimos a la negación. Su sueño era el engaño que ella se ponía, simplemente porque le costaba aceptar que su vida no podía ser una serie de finales felices, no podía ser perfecta y bonita todo el tiempo. Cuando comenzó a entender las cosas, comenzó a entender la verdad y la negación que ella se planteaba. Sabia que debía hacer, así que lo hiso lo antes posible, para ahorrarse dolorosas despedidas. Se preparo para una vida de dolores, enojos, peleas, iras, llantos, despedidas, corazones rotos, amistades olvidadas y amores no correspondidos. Pero a la vez se preparo para una vida repleta de risas, amistad, amor, besos, abrazos, diversión, locuras y emociones. Decidió que no era tan malo como pensaba, que tal vez, después de todo, podría tener su retorcido final feliz. Abrió los ojos a la verdadera realidad. Tal vez era hasta mejor que su estúpido e ingenuo sueño. Y lo era.

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