jueves, 27 de octubre de 2011

2.Revelaciones

Seria una charla agradable.
 Cada vez que llovía ella se ponía de buen humor y las charlas se hacían todavía mas animadas y extensas. Yo iba con la intención de hablar principalmente de literatura, sobre unos libros que había leído en la semana. Era un lugar pequeño y solitario que facilmente pasaba desapercibido, por eso casi nunca entraba nadie, pero a la vez eso le daba un clima agradablemente acogedor que parecía sacado de un cuento maravilloso.
 Entre animadamente haciendo sonar la campanilla que se encontraba arriba de la puerta. El vestibulo estaba iluminado por velas colocadas por toda la habitación. Lugo habia un cuarto que estaba repleto de estanterías todavía mas repletas de libros ordenados alfabéticamente por autor. Ella amaba ordenarlos una y otra vez en sus tiempos libres. Yo podía pasar horas y horas admirando todos los libros que ella tenia, eran miles. Cuando te sumergías entre los pasillos de las estanterías podías sentir todos los diferentes universos maravillosos surgiendo de cada libro, se respiraba un aire lleno de inspiración e imaginación. Era deleitante. El piso estaba repleto de pergaminos escritos y hojas de diarios, todas con algún encabezado interesante. Algunas veces yo levantaba pergaminos del suelo y podía reconocer la delicada letra de ella. Eran cosas sueltas, bonitas descripciones, comienzos atrapantes y finales decisivos.
 Apenas entre me pareció extraño el echo de que no tuviera un libro en las manos, como siempre, y que no estuviera sentada en el viejo sillón. Estaba en el piso con la cara entre las manos, soltaba estruendosos sollozos. Jamas la había visto llorar de ese modo. Alguna vez yo había entrado y la había encontrado llorando, pero siempre con un libro entre las manos, y yo me podía dar cuenta de que lloraba porque algo parecía estar mal en su mundo de fantasía. Pero ahora yo podía ver que su llanto no tenia nada que ver con la ficción. Sollozaba tan fuerte que temí que se ahogara, pero de repente paró. Levanto la cabeza y me miro con sorpresa, como si la hubiera sorprendido haciendo algo indebido. Recuerdo haber quedado maravillado cuando vi su rostro. Sus lágrimas parecían resaltar cada facción de su rostro haciéndolo mas profundo y, si era posible, tal vez mas hermoso. Su labios estaban húmedos y mas rojos que nunca, sus mejillas se habían puesto rosadas resaltando atractivamente de su rostro. Pero lo que me dejo fascinado fueron sus ojos. Sus ojos, impenetrables, indecibrables e intrigantes, me resultaban ahora como un espejo de lo que ella sentía, me revelaban todos sus sentimientos. Pero a pesar de lo bella que estaba, no pude alegrarme. Verla así me destrozo. La encontraba tan vulnerable. Y siendo ella tan fuerte, verla así me causo un fuerte impacto.
 Pareció que iba a empezar a decir algo, pero no pudo y comenzó a llorar otra vez, esta vez en silencio. Me acerque a ella y la rodee con los brazos.
-Juliet, Juliet, mirame.- Le dije
 Levanto la cabeza y me miro con unos ojos que gritaban ayuda, luego se levanto, sin molestarse en secarse las lágrimas.
-Lo siento.- Me dijo en un susurro casi inaudible. Y sin dar mas rodeos se metió en uno de los pasillos de estanterías.
 Me quede atontado sin saber que hacer. Me sentí triste y trate de pensar en maneras de ayudarla. Pero, ¿como? yo ni sabía lo que le pasaba. Una desesperada depresión se apoderó de mi. No sabia que hacer. Cuando abrí la puerta para salir pude oír un ultimo sollozo.
-Buenas tardes.- Susurré
 Y me marché.

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